Sobre lo que no se nombra
El no-lenguaje de los no-amantes Existe un lenguaje intacto que no se compone de símbolos ni sonidos ni palabras ni quejidos. El lenguaje de lo no-nombrado. De eso que existe sin mencionarse, de lo obvio, de lo presente. De la mirada que sonríe al verte llegar y de los significados sin significante. De la piel que se eriza cuando te sientas a mi lado y me cuentas cualquier bobería. Del brillo en mis ojos tras la sutil caricia de tu mejilla a la mía al saludar. El lenguaje compuesto por metafísica y telepatía. De ser lo último al dormir, lo primero al despertar, sin saberlo. De reinar tus obsesiones y colocarte al timón de las mías, sin hacer el nombramiento oficial de ser el dueño de mis ansiedades. Las que son suavecitas, las que saben a mar.
Existe un lenguaje de lo no escrito. De tus piernas generosas levantando tu cuerpo al verme llegar, de tus rodilla abriéndose cuando, al sentarme a tu lado, mi cuerpo y el tuyo se quieren tocar. El lenguaje de tu lengua nerviosa, de tus dedos cerca de mi. El lenguaje de todo lo que no tiene palabras creadas para ser nombrado en su correcta intensidad. Lo que no es mucho pero tampoco es poco, eso que es. Que no sabemos qué es pero que te emociona a diario, eso que me hace llegar con ánimo doble, que no me animo a verbaizar y que no tiene verbo o sustantivo o adjetivo o palabra alguna. Eso infinito.
Existe un lenguaje que solo es tuyo y mío. Uno que se siente deslizarse sobre cuerdas, tan finas pero a su vez, resistentes, que al ser tocadas, resuenan. Se sienten onduladas, vibratorias, crecientes. Erizan la piel. Un lenguaje molecular que despierta nuestras células y pareciera que las mitocondrias de nuestro cuerpo entero sonríen mientras ese lenguaje nos recorre. Sin tocarnos. Con mirarnos. Con recordarnos. Con escribirnos. Un lenguaje de lo no escrito qué conecta ese palpitar con cosquilleo de lo no-nombrado. El no-lenguaje de los no-amantes. El nuestro, solamente nuestro. Existe un lenguaje de lo propio que es impropio, un lenguaje de las lenguas que se hacen agua estando cerca. De las que se anhelan mapear, las que quisieran juntas estar. El lenguaje de la sonrisa y el lenguaje de la palabra no dicha. Un lenguaje propio, tan impropio que no es público, uno nuestro, solo nuestro.
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