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El asombro que se escurre entre los dedos

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Cuando era niña quería comerme la vida de un solo bocado. Todo lo quería entender. Me moría por saber los secretos más profundos de cada ser relevante, a mis cortos ojos de niña de 10. Me devoraba los libros. Traducía las canciones del inglés que resonaban en la radio. Las interpretaba en todos los contextos de cada palabra y en una canción se escondían cien mil significados. Mi búsqueda era limitada, solo podía saber aquello que significaba algo según el diccionario; se me escaparon de las manos todos los dichos coloquiales que una extranjera -como buena extraña- no comprende. Para los extranjeros, la literalidad es el principio de incomunicación y la incomunicación, una forma de muerte lenta. Adoré las letras. Me maravillé del juego completamente humano de mezclar cientos de símbolos y sonidos para construir palabras y a ello, dar significados. Construir realidades desde la capacidad de verbalizar. Entendí que los idiomas atienden a los territorios como las cartografías de los sentir...

Hasta antes de que llegue la rabia

Secuestro químico

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Es increíble que la mitad de nuestro comportamiento y emociones son regidas químicamente por la estructura química cerebral y hormonal. La otra mitad, intestinal. Poco espacio le queda al famoso libre albedrío. Nuestro cuerpo indica que las decisiones no son tan libres y la lucha más relevante de varias vidas consiste en identificar la química propia para distinguir si estamos en paz o en éxtasis, si es que nuestro estado químico-hormonal nos ha embriagado de serotonina y queremos dar todos los "sí" solo por un estado temporal o si es que esa rabia fulminante no es más que el simple secuestro amigdalar. Para colmo, a las hormonas y sustancias detonantes de estados emocionales, les influye la temperatura ambiental y la luz solar. Alguien que vive en las playas, los denominados "costeños" tienen más felicidad y jococidad en el cuerpo pues el calor influye en producir serotonina y oxitocina, las hormonas del amor y el placer. Aquellas personas que habitan en lugares ...

Escribir es adentrarse a un abismo

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Salto frente a una hoja en blanco. Tiemblo. Sé cuál es la idea que quiero expresar, pero hay un mar de letras que me intentan asfixiar. Escribir es un abismo porque la simple idea de 27 letras combinadas infinitamente con otras 27, junto a sus ilimitados significados, suena aterrador. Un abismo es definido como la "profundidad grande, peligrosa e imponente, como la de un tajo, un mar o una sima. Algo inmenso, insondable o incomprensible." Es algo que no tiene fin. Por ejemplo, un "abismo de dudas". También significa una "gran diferencia u oposición entre personas, ideas o cosas. Por ejemplo, "el abismo entre pobres y ricos"." En la Biblia, el espacio donde tierra y cielo estaban indiferenciados en la creación fue en el abismo. Saltar en ese lugar implica que la consciencia se pierde. Significa que el abismo repite patrones, como la serie de Fibonacci, pero hacia adentro. Según la perspectiva, puede observarse también hacia afuera. El abismo...

Me aterra tener un novio policía

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Amanece nublado. No dan ganas de levantarse. Si no fuese por las obligaciones, las deudas y los gatos, podría seguir eternamente refugiada en esta espiral comfortable en que se han convertido mis cobijas enredadas. Es la segunda vez que suena la alarma. Por más que intento tomar fuerzas, no me sale ni pararme. La última vez que lo vi, dijo que tenía una misión especial. Anunció su traslado, iba con algo de miedo pero también, con esa sonrisa que le caracteriza. Cuando lo conocí, tenía la mejor actitud ante la peor tragedia. Bromeaba de los problemas ordinarios, se reía de los días miserables y bromeaba el doble sobre los días abundantes. Con dichos y buena actitud, hablaba sobre el valor de la valentía. Decía que todos los que resistimos somos doblemente dignos que los miserables que salen a aterrar gente a las calles. Ese día le pedí que no fuera. Le rogué que se quedara a dormir, que renunciara. Le conté que además de mi rutina de 8 a 3, tengo talentos haciendo hamburguesas, él...

Hilvanar las palabras

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Cientos de caminos no han sido recorridos así como millones de combinaciones de los símbolos que denominamos letras, con los que formamos palabras, aún no han sido plasmadas. Las letras así como las palabras no están terminadas nunca. Con cada generación, las palabras mutan así como las ramas y bosques nacen y renacen. Nunca acabados y siempre infinitos. Especies que se mezclan entre sí, nuevas semillas que se descongelan. Si es que las hadas viven entre los faunos, el juego es aún más profundo. Entre sutiles vuelos, hacen el amor entre los pétalos de flores. Se embriagan con las gotas de rocío mezcladas con la corteza de árbol que brinda extraños elíxires. He notado que los árboles se van hilvalando así como lo hacen las palabras. Sus gruesos troncos se van convirtiendo en piernas gigantes de seres que han dejado enterrada la cabeza mientras trenzan las extremidades con la lentitud de la paciencia con la que avanza la naturaleza. Entonces la palabra es hilo natural que ...

Feminismo nuestro que estás en el cielo

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Al igual que 8 de cada 10 mexicanas, crecí en un hogar católico. Cada domingo mi abuela solía levantarnos muy temprano para asistir a misa, por las noches me instruía a rezar el “Padre nuestro” antes de dormir. Así como le tocó vivir a muchas niñas y niños, ella me brindó los cuidados incondicionales que mi madre no podía mientras trabajaba, esos que mi padre fue incapaz de procurar. Con el tiempo, el feminismo, la universidad y la literatura, se me acabó lo católico y me nació lo subversivo. Acompañé por años las manifestaciones de mujeres lanzando consignas contra la iglesia por estigmatizar el aborto, exigiendo que “sacaran sus rosarios de nuestros ovarios”. Lancé y escribí maldiciones, acusaciones, mensajes de no olvido y no perdón denunciando la pederastia en la iglesia y en los grupos sectarios como el de Maciel. Me creí tanto mi propia teoría de emancipación religiosa que a las mujeres de convento o mujeres “súper numerarias” y “numerarias” del Opus Dei inten...